domingo, 30 de diciembre de 2018
Llegamos bien
"Llegamos bien". Eso podrían decir estas diez plantitas de ilex paraguariensis (yerba mate) que arribaron desde Misiones en el buche de un micro. Juntas, hermanadas dentro de una caja, llegaron días pasados con sus raíces en tierra colorada. Ya se están reponiendo y aclimatando en City Bell, donde las esperaban cuatro hermanas mayores. Buen riego y el calor de estos días les vienen de maravillas y aunque algunas de sus hojas denotan daños, es notorio cómo mejoran día a día. Algunas tienen brotes nuevos, ya. Bienvenidas.
jueves, 27 de diciembre de 2018
Apuntes sobre la yerba mate
La infusión de yerba mate (ilex paraguariensis) encierra virtudes para el organismo del consumidor. Efecto antioxidante, vitaminas, minerales, efecto energizante y disminución del colesterol son algunos de ellos.
Potente antioxidante
Las infusiones de yerba mate poseen un gran poder antioxidante
debido a su alta concentración de polifenoles. Los polifenoles mejoran las
defensas naturales del organismo y lo protegen del daño celular.
Fuente de vitaminas
La yerba mate contiene vitaminas del grupo B. El cuerpo necesita
13 vitaminas, 8 de ellas pertenecen al grupo B, que son esenciales para las
funciones corporales como la producción de energía y de células rojas de la
sangre.
Fuente de minerales
La yerba mate contiene potasio, un mineral esencial y necesario
para el correcto funcionamiento del corazón; y magnesio, que ayuda al cuerpo a
incorporar proteínas.
Efecto energizante
Contiene xantinas (cafeína, teobromina, teofilina), son compuestos
que estimulan el sistema nervioso central y promueven la actividad mental, y
aumentan los niveles de energía y la
concentración.
Reduce el colesterol
Los resultados de un estudio científico realizado por equipo
de investigadores de la
Universidad Juan Agustín Maza, de Mendoza, confirman que el
consumo de la yerba mate ayuda a reducir el colesterol malo (LDL) y los
triglicéridos.
(Fuente: yerbamateargentina.org.ar)
lunes, 15 de octubre de 2018
Una luz en el camino (y en el mate)
Todo empezó hace unos años. Volvíamos de noche desde la costa -no solemos viajar de noche- y me pareció bueno tomar unos mates para estar más despejado. A mi acompañante-esposa-cebadora le costó bastante cebar sin quemarse, en las tinieblas de la ruta. Empecé entonces a buscar soluciones siempre a partir de leds. El tamaño y el peso mínimo eran la premisa. Creo que lo más simple que conseguí es esto. Habrá que patentarlo.
jueves, 27 de septiembre de 2018
Poro, porongo y galleta
Mates poros. |
Llama la
atención que la arqueología localice en Cayastá
(la primitiva Santa Fe) los utensilios más antiguos que se conservan usados
para tomar mate. Sin embargo, la crónica histórica relata que Juan de Garay llega a fundar esa ciudad
el 15 de noviembre de 1573 trayendo desde Asunción un numeroso contingente de
indios guaraníes evangelizados. Claramente, con las personas llegaron los usos
y las costumbres que los jesuitas no habían podido quitarles.
Mate porongo. |
Las plantas en cuestión, las lagenarias en sus muchas variedades,
difieren en el tamaño y la forma de sus frutos. Los hay grandes y chicos, los hay con
una estrangulación y los que presentan una forma más redondeada. Por la
influencia inca, los pueblos del noroeste argentino distinguían varios tipos de
mati o mate. Los pequeños y de forma redondeada o parecida a una pera eran
los puru. A los más grandes, con una
estrangulación natural, les decían purungu.
Esos términos penetraron en la sociedad guaraní, en la de las misiones
jesuíticas guaraníes, y a través de ello a la sociedad colonial rioplatense,
razón por la cual nuestros recipientes de calabaza son mates, poros y porongos.
Mate galleta. |
Con el paso del tiempo la
calabaza fue reemplazada por vasijas de arcilla cocida. En las excavaciones realizadas
en Cayastá se encontraron restos de
bernegales de arcilla decorados. Estos utensilios pueden ser considerados los
más antiguos antecesores conocidos de los mates que utilizamos hoy.
Un francés en Paraguaria
Naturalista y botánico, Augustin François César Prouvençal Saint Hilaire nació
en Orleans, Francia, en 1779. Entre 1816 y 1822 realizó su primer
viaje a Sudamérica, tierra que lo embriagó y lo vio desembarcar nuevamente en
1830. El sur y el centro del actual Brasil fue el área que más exploró y volcó
sus conclusiones y descubrimientos en varios libros y escritos que siguen
siendo consulta obligada para los científicos de la materia.
Se encaminó hacia el sur de Brasil
y recorrió desde Rio de Janeiro a São Paulo y Porto Alegre. Ingresó
en la Banda Oriental
y llegar a Montevideo. Desde allí hacia el norte bordeó el río Uruguay rumbo al
territorio de las antiguas misiones jesuíticas del Paraguay.
Sólo en su expedición inicial recorrió unos
Así, entonces, “ilex paraguariensis A.St.-Hil”, se
conoce a la yerba mate desde 1822 y ninguna otra variedad de la familia ilex puede ser considerada “yerba mate”. Don Augustin murió en su ciudad natal en septiembre de 1853 sin saber
que el objeto de su estudio por estas tierras sería uno de los objetos más
preciados para los amantes del mate.
Casi simultáneamente al trabajo
de Saint Hilaire, su compatriota Nicolas Charles Seringe describía y
clasificaba en 1825 a
la lagenaria vulgaris, la planta cuyo
fruto seco constituye la calabacita
matera o porongo. Hay quienes dicen
que las casualidades no existen. Visto con ojos de hoy, podría pensarse que los
franceses se perdieron el gran negocio del siglo al no vincular ambos estudios
y presentar la gran novedad para el consumidor: el recipiente y el contenido a
los que sólo les faltaba la bombilla y el agua caliente para convertirse en
nuestro querido mate. Un mercado que por entonces no existía, claro.
jueves, 30 de agosto de 2018
Mate cosido
Muchas veces, además de curar un mate es necesario sanarlo.
Lo que parece un juego de palabras surge porque en muchas ocasiones el mate se
raja y comienza a perder cuando lo llenamos. Pasa a menudo cuando una calabaza
se cae al piso estando llena (puede pasar estando vacía también) y me ha pasado
con un mate de madera al que dejé de usar por mucho tiempo y, al volverlo al
utilizar, le aparece una fisura que deriva en una pérdida.
Descartarlo
como basura da cierta pena, ya que posiblemente se trate de un mate que nos ha
acompañado por mucho tiempo, que fue compañero de viaje, etcétera. Entonces, si
es de paredes gruesas, nos queda el recurso de curarlo en el otro sentido: el
de sanarlo, suturarle la herida, coserlo.
Suturando calabazas
Para eso
vamos a necesitar hilo encerado, que suelen utilizarlo los zapateros
remendones. También puede servir un hilo muy fino, de tapicería, que permita
hacer puntadas ajustadas sin cortarse. Además, claro, una aguja afilada.
El primer
paso va a ser sumergir en un recipiente con agua la calabaza rajada (no lo
probé con mate de madera, pero entiendo que puede servir igual). Para ello, y
para evitar que flote, tendremos que ponerle algunas piedras en su interior. Lo
vamos a dejar allí tres, cuatro días. De este modo lograremos que las paredes
del mate se hinchen y se ablanden.
Con la
aguja filosa y el hijo vamos a empezar a coser, perforando de un lado de la
fisura –por ejemplo, a su derecha- sin atravesar la pared, de manera
tangencial, hasta cruzar la rajadura y hacer salir la aguja por la izquierda. Uno
tras otro iremos haciendo las puntadas comenzando
la costura un poco antes del inicio de la grieta para terminar en el extremo más
cercano a la boca. Puede ser que necesitemos aplicarle vela a la aguja y el
hilo para que se deslicen mejor. Al
terminar, bastará con un pequeño nudo para que el hilo no se afloje.
Lo ideal
sería terminar retobando el recipiente cosido con un cuero, pero esa es otra técnica
un tanto más complicada que la del cosido. Cierta vez reparé una calabaza –la regalada
por Wálter Bengoa, tal como conté en otro texto de este blog-, pero como
ignoraba la técnica de remojar el porongo para hinchar sus paredes y poder
coserlo de manera tangencial, lo hice atravesando de lado a lado sus paredes. Cuando
estuvo listo, sellé los orificios por donde pasé el hilo con cemento de
contacto, y el viejo mate viajero siguió prestando servicios por unos cinco
años más.
Si gotea por ahí, ponele La Gotita. |
No sólo por un golpe o por "desuso" puede perder un mate. A veces puede pasar que compremos una
calabaza nueva y al usarlo descubrimos que gotea por el “pupo”. En ese caso,
hay que vaciarla, dejarla secar y ponerla boca abajo. En el lugar de la pérdida,
ponerle “La gotita” hasta cubrir la zona y dejarlo secar. Muy posiblemente se
haya solucionado.
Un muy buen vendedor de yerbas y
mates, misionero él, me recomendó que al comprar una calabaza le ponga agua hasta la mitad y la
controle durante media hora. Si llegara a perder, dejarla secar y sanarla de esa
manera. Si no, empezar con el curado o a disfrutarla de inmediato si es de las
que no requieren ser curadas.
miércoles, 29 de agosto de 2018
Mate ensillado y cebado
Está claro que disponer el mate para
ser cebado no es una ciencia ni, mucho menos, exacta. Cada quien tiene su
técnica y todas son respetables. Del mismo modo, hay tecnicismos que cambian su
significado según quién los utilice.
He escuchado decir que “ensillar el
mate” significa tirar un poco de la yerba ya lavada y reemplazarla por nueva
para que siga “tirando” el sabor. Sin embargo, a eso otros le llaman "bosteado". Yo me anoto entre aquellos para
quienes ensillar el mate es prepararlo desde cero para comenzar a cebar ya sea
para tomar uno mismo o compartirlo en ronda. ¿Cómo se hace? Esta es mi manera,
que no es la única ni tampoco la mejor. Simplemente es la que más me gusta.
Ensillado
·
En cuanto al
recipiente a usar, prefiero las calabazas de boca ancha. Puede ser también de
madera torneada o la cáscara de un coco pequeño, con la boca hecha en el
extremo donde tiene los tres ojos.
La yerba se moja de un solo lado. |
·
Verter yerba
hasta completar unas tres cuartas partes.
·
Tapar la boca
con la palma de la mano (que, de ser posible, nos habremos lavado previamente…)
e invertirlo agitando suavemente para que el polvillo de la yerba quede arriba
al enderezar el mate.
·
Inclinar
levemente el mate y con un dedo aplastar la yerba contra uno de los costados.
·
Enderezar
despacito el mate y en el hueco volcar un poquito de agua sin llenarlo. Puede
ser tibia o temperatura natural, pero no caliente.
·
Dejarlo dos o
tres minutos para que se absorba.
·
Luego, colocar
en ese hueco la bombilla tomando la precaución de tapar la boquilla con el dedo
pulgar. Asegurarse que llegue al fondo.
·
Cuando el agua
que previamente hemos puesto a calentar haya alcanzado los 80-85 grados,
pasarla a un termo o, como prefiero yo, comenzar a cebar.
·
El cebado se
hace dejando caer lentamente el choro de agua sobre el cuerpo de la bombilla,
de manera que se deslice por ella hasta llegar a la yerba.
·
Ponemos agua
hasta que la espuma corone la parte hueca
de la yerba.
·
Cuando haya
perdido espuma y sabor, sacamos la bombilla y tapando la boquilla con el dedo
la hundimos en la parte de yerba seca para seguir cebando.
El agua
Lo de la temperatura del agua es un tanto azaroso
hasta que cada uno conoce el comportamiento de su pava y su cocina. Y
naturalmente que también tiene que ver el gusto de cada uno: hay quien prefiere
el mate con agua hirviendo (la yerba se lavará mucho antes) y hay quien lo toma
casi tibio.
Mate de calabaza con pava de arriero. |
El termo, aliado en los viajes. |
Pava o termo
El cebado con pava permite dirigir mejor el flujo
de agua. La técnica requiere de una pava “matera”, es decir con pico no muy
grande y con labio chico. Para manejarla, se toma la manija con la palma de la
mano hacia arriba y los tres dedos del medio rodeando el asa. Espulgar y el
meñique son los que dirigen la posición de la pava, inclinándola suavemente
para que el chorro no sea grande y moje toda la yerba de una vez.
Si bien prefiero la pava al termo, está claro que a
menudo -como durante los viajes- recurro a la botella térmica priorizando la practicidad frente al
placer.
29 ago 18
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jueves, 23 de agosto de 2018
Cuidado del mate
Tan
importante como el curado es el mantenimiento de la calabaza (o el recipiente
que usemos para tomar mate). Solemos dejar de cebar y olvidar el mate con la
yerba húmeda dentro hasta la próxima vez que, en algún caso, puede ser de algunos
días.
Eso
atenta contra la salubridad del tomador además de la de la calabaza. Los
cuerpos húmedos tienden a favorecer la generación de hongos que darán un sabor
ácido a todos los mates que cebemos en ella en lo sucesivo. La manera de
sacarlo la veremos en otra oportunidad. Ahora nos centraremos en el modo de
evitarlo.
Siempre
es recomendable vaciar el mate luego de finalizado el momento de tomar.
Tratándose de mate amargo, podemos vaciarlo y dejarlo que se seque solo si el
ambiente no es muy húmedo. Esa yerba residual colabora a que la calabacita (o
lo que sea si es de material poroso) siga tomando sabor, se siga “curando”. Al
día siguiente, cuando vayamos a prepararlo nuevamente, bastará con sacarle con
el dedo la yerba seca que haya quedado adherida.
Claro
que si se cebó con mate dulce o con yerba saborizada lo recomendable es
vaciarlo y enjuagarlo antes de guardarlo. El azúcar y algunos yuyos fermentan
con facilidad y arruinarán el recipiente.
Otra
cosa: si se trata de un mate de calabaza, madera o caña no se nos ocurra
lavarlo con detergente o jabón. Éstos le transferirán su sabor y será bastante
desagradable sentírselo al mate.
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Curando el mate
Cuando hablamos de curar el mate
estamos dando por sentadas dos cosas: que tenemos un mate nuevo y que es de
cierto tipo de calabaza. El resto, no requieren procedimiento alguno para ser
usados, especialmente si son de madera, caña, guampa, metal, cerámica, vidrio o sintéticos
(plástico o silicona).
Tratándose de calabaza debemos
tener en cuenta que hay una variedad que no trae ningún “residuo” en su
interior. En ese caso, basta con ponerle un poco de agua y dejarlo un rato
hasta verificar que no pierde. Luego, se puede comenzar a usarlo. La otra
variedad es la que tiene en su interior cáscaras adheridas a la pared y hasta
semillas. Eso es lo que hay que quitar, fundamentalmente porque puede resultar
indigesto.
Dado que el mate y su mundo no
constituyen una ciencia exacta, hay muchas maneras de curar un mate. La más
difundida recomienda:
·
enjuagarlo y llenarlo con yerba ya usada (que no
haya sido de mate dulce) por espacio de tres días, renovándolo cada día.
·
En cada recambio de yerba hay que raspar el
interior de la calabaza con una cucharita para ir extrayendo las fibras
residuales.
·
Luego de ese tiempo, si se comprueba que ya no
queda más nada para quitar, enjuagar bien con agua caliente y
·
dejarlo escurrir boca abajo sin tapar del todo
la boca. Por ejemplo, podemos clavar una ramita en la tierra (si no tenemos
patio, en una maceta) y dejar que se escurra por completo. Ya está listo para
empezar a cebar.
·
Según los gustos, se le puede dar un enjuague
final con alguna bebida blanca.
·
Si se lo va a usar para mate dulce, con la
calabaza aún húmeda colocar una o dos cucharaditas de azúcar y una brasa
pequeña, tapar la calabaza y agitarlo de manera que el azúcar se adhiera a las
paredes y al mismo tiempo que queme formando una especie de caramelo.
Hay también quienes como paso
final al curado le pasan leche o manteca para sellar los poros. Sin embargo, de
este modo haremos que el recipiente nunca adquiera el sabor intenso de un buen mate,
dado que la superficie porosa hace que con el tiempo y el uso se impregne cada
vez más del sabor de la yerba.
Así, es común escuchar que el
mate “se cura usándolo”, una manera de señalar que cuanto más uso, mejor sabor
adquiere.
lunes, 20 de agosto de 2018
El lado oculto del mate
En los últimos tiempos -unos pocos años, que no sabría cuantificar- el mate vino ganando terreno entre nosotros a pesar de ser una de las más viejas costumbres y tradiciones argentinas. Ya sea porque el mercado capitalista vio una veta que no estaba explotando, o porque ante tanta invasión el instinto de supervivencia de nuestro ser intrínseco siente la necesidad de volver a las fuentes, resulta claro a simple vista que nuestra querida infusión se ha ganado un lugar en rincones antes insospechados.
Hoy no es raro ver personas caminando por las calles abrazadas al termo y la calabaza, al más puro estilo uruguayo. Como nunca, se empieza a hablar de las virtudes de la yerba mate para la salud del organismo. Poco a poco van apareciendo marcas desconocidas de yerba en los supermercados y las almacenes que nada tienen que envidiarle por sabor y calidad a las grandes marcas que por décadas dominaron la oferta comercial.
Lo que quisiéramos compartir desde este espacio es la otra parte del mate, esa que no es ni la yerba ni el agua ni la bombilla ni el recipiente, pero que para descubrirla hace falta consumir unos cuantos litros de mate, largas horas de charla amistosa, de calabaza entre las manos, de chorrito de agua cayendo desde la pava sobre la bombilla para generar aromática espuma sobre la yerba.
Duende, espíritu, alma, misterio, ritual... Ponele el nombre que gustes. Pero de eso se trata el mate: no basta con una buena yerba, un agua a la temperatura ideal y un mate ensillado. Hace falta eso otro, que se lo tenés que descubrir vos...
Hoy no es raro ver personas caminando por las calles abrazadas al termo y la calabaza, al más puro estilo uruguayo. Como nunca, se empieza a hablar de las virtudes de la yerba mate para la salud del organismo. Poco a poco van apareciendo marcas desconocidas de yerba en los supermercados y las almacenes que nada tienen que envidiarle por sabor y calidad a las grandes marcas que por décadas dominaron la oferta comercial.
Lo que quisiéramos compartir desde este espacio es la otra parte del mate, esa que no es ni la yerba ni el agua ni la bombilla ni el recipiente, pero que para descubrirla hace falta consumir unos cuantos litros de mate, largas horas de charla amistosa, de calabaza entre las manos, de chorrito de agua cayendo desde la pava sobre la bombilla para generar aromática espuma sobre la yerba.
Duende, espíritu, alma, misterio, ritual... Ponele el nombre que gustes. Pero de eso se trata el mate: no basta con una buena yerba, un agua a la temperatura ideal y un mate ensillado. Hace falta eso otro, que se lo tenés que descubrir vos...
Mea culpa matero
La nota es de disculpas. En esta mañana temprana
y lluviosa el cronista se siente culpable y de rodillas pide perdón a las pocas
gotas de sangre criolla que recorre su hidrografía venosa. Sentado a su mesa de
trabajo procura reponerse del cruel madrugón intempestivo y olvidarse del
mullido colchón con la calidez de Laura, sumergida en sueños. Por eso recurre a
un amargo, al mate criollo y auténtico ensillado en una calabaza ahuecada,
pequeña, manchada, redondeada.
Pero
no es por haber amanecido antes que el alba que se siente culpable, sino porque
siente que poco a poco va incurriendo en pecado capital respecto de la
ceremonia del mate. Ya no calienta la pava sobre el fogón de leña. En algunas
ocasiones, como la de hoy, ni siquiera usa pava. Un termo de plástico y
telgopor está reemplazando la simpatía del recipiente de hierro enlozado,
panzón, con manija y pico y que por su similitud con la figura de las aves del
campo, alguien dejó de llamar caldera
para decirle pava. Y esta vez
tampoco usó ni siquiera la llama del gas de la cocina para calentarla. El
misterio de la fricción molecular encerrado en un horno de microondas con sus
bips electrónicos reemplaza el calor y el chirriar de la leña de los viejos
fogones gauchos.
Así
las cosas, y mientras el cielo pinta para una tarde de siesta y tortas fritas,
alguien sube a un auto con un termo igual al del escriba bajo el brazo,
llevando en la mano lo que con seguridad despertaría la úlcera del mismísimo Martín
Fierro: una especie de copita plástica con una bombilla corta y del mismo material,
con un poco de yerba en su interior, ensobrada en un polietileno rotulado, con
el descaro de la cultura consumista, "Mate-Listo".
A
decir verdad, uno nunca se sintió un gaucho, pero se pregunta sin embargo si no
habrán llegado ya los gauchos del futuro, los criollos de la tecnocracia.
Quizás no falte mucho para que salgan a la venta los ombúes o los algarrobos
artificiales, con el horno de microondas incorporado al pie, para que podamos
tomar matelisto echados a su sombra. Y será el momento en que se levanten
Fierro, Santos Vega, Patoruzú y los ranqueles de Mansilla en aunada protesta
con Segundo Sombra a la cabeza. Greenpeace, un poroto, pero de soja.
Bromas
e ironías a un lado, no es desdeñable la cuestión del mate plástico y desechable
que acabamos de comentar. Hoy en día, son pocos los lanzamientos comerciales
que de alguna manera apuntan a sostener una tradición ancestral. O en todo
caso, se valen de lo perdurable y lo defienden para hacer su negocio en un sistema
en el que el negocio es todo lo que no perdura. "Si no puedes contra tu enemigo, únete a él"...
25mar95
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viernes, 17 de agosto de 2018
Mates con historia
Muchos de mis mates –calabazas casi
en su totalidad- tienen sus historias. El más pequeño de ellos nació de una planta
trepada a un alambrado medianero en la esquina de Cantilo y 28. Mate ciento por
ciento citybellino y por eso lo quiero tanto. Luego prefiero las calabazas boconas,
con vuelo, que permiten ensillar el mate usando la yerba de a poquito, sin mojarla
toda de entrada.
Pero está también, ya radiada de servicio, la que a modo de
despedida me obsequiara Walter Bengoa –“Peña”, para los
conocidos- que lo venía acompañando desde su partida de Uruguay años ha,
tocando cada uno de los puertos terrestres por los que lo llevó la vida hasta
arrimarlo a City Bell. Cuando volvió a cruzar el charco para encarar el
último tramo de su peregrinaje me lo legó rebosante de afecto, historias,
generosidad.
Tengo también el mate de lata que fuera mi compañero en la
conscripción. Fríos, soledades, angustias quedaron para siempre en su interior
y quiero conservarlo por lo mucho que le debo.
Tengo mis pavas, también. Aquella que puso calor a mis días de
comerciante y la más nueva: una curiosa pava de arriero, de apenas medio litro
de capacidad, hecha de chapa galvanizada y que se aquerenció entre mis
preferencias materas en el último tiempo. En medio de una y otra, las de cobre
y de bronce y las “colectivas”: calderas de cinco litros o un poco más que
válgame Dios si tuviera que cebar con ellas.
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De Hernandarias a hoy, pasando por Andresito
Mi nebulosa es cuándo empezó a ser
parte de mí. Desde cuándo lo incorporé a mis hábitos más sentidos, a mis
costumbres de cada día. No porque acostumbre a tener el mate siempre ensillado,
como en muchas casas. No es mi caso.
Pero sí es una
preferencia por encima del té o del café. Preside el encuentro con amigos,
acompañó mis noches extendidas que acabaron siendo mis libros, le pone sabor a
los kilómetros recorridos, a las horas de trabajo, a los atardeceres ociosos...
Así de misterioso
es el mate para nosotros, los de este rincón del mundo, afortunados por venir
disfrutándolo desde antes de la llegada del europeo a estas costas cuando el resto del mundo recién lo está empezando a
descubrir.
Monumento al comandante Andresito en Posadas, Misiones (imagen tomada de internet). |
“Sugestión clara
del demonio”, “vicio abominable y sucio que es tomar algunas veces al
día la yerba con gran cantidad de agua caliente” que “hace a los hombres
holgazanes, que es total ruina de la tierra y como es tan grande temo que no se
podrá quitar si Dios no lo hace”. Así era referida, por aquí y por allá, la
costumbre de tomar mate en los inicios del siglo XVII. La cosa no era tan mala,
al parecer, o Dios no pudo con ella.
Elemento tan
emblemático de los argentinos como es, el mate merecía contar con un día en el
calendario y desde 2015 tiene su Día Nacional cada 30 de noviembre, en recuerdo
del nacimiento de Andrés Guaçurarí y Artigas, el único gobernador
indígena de Argentina –guaraní, para más datos–, que llegó a dirigir los
destinos de la provincia de Misiones entre 1811 y 1821. Se lo conoce más por el
apelativo de Comandante Andresito, y nativo de Santo Tomé, Corrientes,
en 1778. Una yerba lleva su nombre por marca.
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Casi una pasión
Lo que siento
respecto del mate no es fanatismo sino, más bien, pasión. La pasión (del
verbo en latín, patior, que significa sufrir o sentir) es una
emoción, un sentimiento muy marcado experimentado por algo o alguien; su
intensidad comprende entusiasmo o deseo. Es también vivo interés por algo e
implica una fuerte afinidad, que no es lo mismo que amor.
Por fin, luego de
hurgar en algunos diccionarios pude circunscribir de manera aproximada lo que
es el mate para mí, aunque no del todo. Tampoco importa.
Y
si no tengo muy claro qué es el mate para mí, mucho menos puedo saber desde
cuándo forma parte de mi vida. Tengo imágenes en mi memoria desde que era muy
chico.
En mi casa tomaban
mate en un recipiente de lata enlozada color azul y cebaban desde una pava de
aluminio con manija con asa de baquelita. En lo de mis abuelos Victoria y José,
el jarrito era blanco con alguna ilustración colorida y se cebaba dulce, con el
agua no muy caliente.
En
cambio me parece verla a mi bisabuela América, la abuela de mi mamá, cebar
dulce en una calabaza de boca chica con una virola de aluminio. Seguramente
había más de un mate similar en esa casa. Era un estilo de calabaza muy
difundido por entonces, a diferencia de las muy usadas de ahora, mayormente
boconas y con vuelo.
En
cualquiera de los tres lugares el denominador común era que cuando el mate ya
estaba lavado y estaban a punto de dejar de tomar porque el agua ya estaba
tibia, nos lo cebaban a los chicos con leche en lugar de agua. Dios mío. Qué
bueno será el mate que a pesar de ese sabor lechoso, lavado y dulce
que permanece en mi recuerdo sensitivo, me sigue gustando aunque amargo y
caliente.
En el principio
fue La Hoja y Nobleza Gaucha. Como decía, fue mate
lavado de leche tibia y azúcar cebado en jarrito. Después, mucho después, vino
el mate amargo cebado preferentemente en porongo con agua caliente que no
llegue a hervir y la búsqueda de sabores etiquetados con marcas desconocidas
pero maravillosas en su mayoría por su sabor y calidad.
En el medio, esa
simbiosis entre el placer por su sabor único y el sentimiento inherente de compartirlo
con alguien. Casi como un sacramento o como los abrazos, un mate no se le niega
a nadie, como tampoco se lo desprecia.
-¿Tomás dulce o amargo?
-Si lo preparo para mí, amargo. Pero agarro lo que venga si me
convidan.
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