La nota es de disculpas. En esta mañana temprana
y lluviosa el cronista se siente culpable y de rodillas pide perdón a las pocas
gotas de sangre criolla que recorre su hidrografía venosa. Sentado a su mesa de
trabajo procura reponerse del cruel madrugón intempestivo y olvidarse del
mullido colchón con la calidez de Laura, sumergida en sueños. Por eso recurre a
un amargo, al mate criollo y auténtico ensillado en una calabaza ahuecada,
pequeña, manchada, redondeada.
Pero
no es por haber amanecido antes que el alba que se siente culpable, sino porque
siente que poco a poco va incurriendo en pecado capital respecto de la
ceremonia del mate. Ya no calienta la pava sobre el fogón de leña. En algunas
ocasiones, como la de hoy, ni siquiera usa pava. Un termo de plástico y
telgopor está reemplazando la simpatía del recipiente de hierro enlozado,
panzón, con manija y pico y que por su similitud con la figura de las aves del
campo, alguien dejó de llamar caldera
para decirle pava. Y esta vez
tampoco usó ni siquiera la llama del gas de la cocina para calentarla. El
misterio de la fricción molecular encerrado en un horno de microondas con sus
bips electrónicos reemplaza el calor y el chirriar de la leña de los viejos
fogones gauchos.
Así
las cosas, y mientras el cielo pinta para una tarde de siesta y tortas fritas,
alguien sube a un auto con un termo igual al del escriba bajo el brazo,
llevando en la mano lo que con seguridad despertaría la úlcera del mismísimo Martín
Fierro: una especie de copita plástica con una bombilla corta y del mismo material,
con un poco de yerba en su interior, ensobrada en un polietileno rotulado, con
el descaro de la cultura consumista, "Mate-Listo".
A
decir verdad, uno nunca se sintió un gaucho, pero se pregunta sin embargo si no
habrán llegado ya los gauchos del futuro, los criollos de la tecnocracia.
Quizás no falte mucho para que salgan a la venta los ombúes o los algarrobos
artificiales, con el horno de microondas incorporado al pie, para que podamos
tomar matelisto echados a su sombra. Y será el momento en que se levanten
Fierro, Santos Vega, Patoruzú y los ranqueles de Mansilla en aunada protesta
con Segundo Sombra a la cabeza. Greenpeace, un poroto, pero de soja.
Bromas
e ironías a un lado, no es desdeñable la cuestión del mate plástico y desechable
que acabamos de comentar. Hoy en día, son pocos los lanzamientos comerciales
que de alguna manera apuntan a sostener una tradición ancestral. O en todo
caso, se valen de lo perdurable y lo defienden para hacer su negocio en un sistema
en el que el negocio es todo lo que no perdura. "Si no puedes contra tu enemigo, únete a él"...
25mar95
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