Revolviendo el archivo encontré esta nota de 2018 aparecida en el diario La Nación. Joyita de lectura recomendada: https://www.lanacion.com.ar/opinion/la-ceremonia-invisible-nid2132740/
martes, 22 de noviembre de 2022
domingo, 13 de noviembre de 2022
Luz para tu mate
En marzo de 2012, ante circunstancias que no vienen al caso ahora, empecé a buscar la manera de iluminar la boca del mate cuando se está cebando en un ambiente si no oscuro, por lo menos penumbroso.
La popularización del led y el consiguiente achicamiento de tamaño de algunos dispositivos lumínicos fue la punta por la que empecé el camino de prueba y error. Adaptar soportes para sujetar la luz al borde del mate fue la primera idea; dotar a la bombilla de iluminación fue –si me permiten la redundancia- la luz que guió el camino a seguir.
Así nació Tembipé (“claridad” en guaraní): un dispositivo luminoso que podía ser usado con cualquier mate recipiente de cualquier formato y material (calabaza, madera, metal, cerámica, silicona, plástico, vidrio) independientemente de si se ceba con pava o con termo.
Hasta ese momento el mercado ofrecía mates autoiluminables y termos en cuyo pico enciende una luz cada vez que se lo inclina. En ambos casos se condiciona al cebador a usar determinado recipiente o determinado termo. Tembipé, no: proponía alojar la luz en la bombilla, cualquiera que fuera; gruesa, fina, de contorno circular o plana, de metal, plástico, caña o madera.
Presentaba a mi dispositivo de la siguiente manera:
Tembipé es un gran compañero del cebador de mate en condiciones de escasa luminosidad.
* Se enciende y se apaga con un interruptor.
* Otorga la libertad de cebar mate con termo o con pava.
* Permite usar mate de calabaza, madera, asta, vidrio, metal, cerámica, plástico, silicona, etcétera.
* Permite usar cualquier bombilla, adaptándose a su calibre o contorno.
* Es de suma ayuda para viajeros, cualquiera sea el medio (automóvil, tren, ómnibus y aún de a pie).
* Contribuye a la seguridad y la higiene en tanto y en cuanto evita quemaduras y derrames indeseables.
* Sostiene y difunde las tradiciones argentinas.
Cuando vi que los prototipo construidos y deliberadamente obsequiados para probarlos dieron resultados satisfactorios inicié el trámite de patentamiento en el INPI. Burocracia larga y lenta si la hay, tuvo el agravante de la pandemia en medio del proceso. Un año atrás (después de casi tres de ingresado el expediente), me piden una serie de rectificaciones en mi solicitud, independientemente que cumplía al pie de la letra con el instructivo provisto por el propio Instituto: redibujar planos por un dibujante técnico, describir el invento de manera más breve pero sucinta, y otras cuestiones de menor cuantía.
Los plazos legales vencidos (no fue un año fácil en lo personal el que estamos terminando como para darle prioridad al trámite de registro de Tembipé) y hoy creo que ya no tiene sentido rehacer el camino: hay ya en el mercado por lo menos dos recursos que cumplen la misma función.
Fue hermosa la ilusión de tener una patente pero mucho más disfruto de saber que de algún modo contribuí con mi escaso ingenio a evitar quemaduras de cebadores y materos. En el fondo, los materos pensamos en los demás y compartimos con el otro mucho más que un mate bien cebado.
sábado, 29 de mayo de 2021
Campaña de promoción del mate
Hacia la década de 1970 se lanzó una campaña oficial de promoción del consumo de mate. Aquí algunas piezas tomadas de YouTube:
https://www.youtube.com/watch?v=Mo94YPnuVHc
https://www.youtube.com/watch?v=DDkWDU0581E
https://www.youtube.com/watch?v=DLXLHn8MT5o
https://www.youtube.com/watch?v=2I0j3GETkyY
Y ésta, de http://www.magicasruinas.com.ar/publicidad/piepubli1190.htm?fbclid=IwAR0nSlfdRFxv4dLFzMSrH6QqT2WMQ-oDkdpI2SaQc_hB9WAgH2H4PIRE_sI
Un puñado de joyitas.
lunes, 17 de mayo de 2021
Salió Mate en mano
Ya está disponible Mate en mano, libro del periodista Guillermo Defranco.
Para asomar al lector a la vastedad del mate. Ese que se toma pero es mucho más que una bebida, que se comparte, que no hace diferencias, que lleva en cada cebada y en cada sorbo todo eso otro que no es material pero que tiene mucho más peso que su contenido y su continente.
Tomar mate acerca a los amigos y a las familias, es compartir las ganas de estar juntos y está presente en el 90% de los hogares argentinos. Es un símbolo popular y es nuestra infusión nacional.
Su historia, la elaboración de la yerba y las características de cada utensilio presente en el cebado, amenamente relatadas en estas páginas.
El autor, quien ya ha dedicado cuatro libros a su ciudad, City Bell, se define como un apasionado del mate. Aquí, con pluma descontracturada aborda uno de los temas más arraigados de la cultura de este rincón del orbe.
Mirá el video del lanzamiento:
https://www.youtube.com/watch?v=JvNXg68QCow
martes, 26 de enero de 2021
El mate del recluta
Allí, disimulado entre casi un centenar de mates casi todos de calabaza, asoma su manijita curva mi mate de la colimba. Típico mate jarrito de chapa esmaltada, medio panzoncito, color marrón y como granulado, “picao de viruela”, diría el tango.
Con muy poco uso –por fortuna- fue una de mis grandes y escasas adquisiciones durante los casi nueve meses entre 1979 y 1980 en que estuve bajo bandera. Me había tocado como destino ser encargado de uno de los dos parques automotores de la Compañía B del entonces B. Com. Cdo. 601, actual Agr. Com. 601 de City Bell y ese puesto me otorgaba lo que todo conscripto anhelaba: un lugarcito casi propio donde estar, donde tener sus pertenencias a salvo y sentirse alguien por lo menos por un rato en ese mundo verde oliva donde todo lo que se mueve se saluda, todo lo que está quieto se pinta.
Anecdotario aparte –un ex soldado se entusiasma y sobrelimita rememorando momentos que a nadie más que a él le interesan-, el matecito en cuestión formó parte ese tiempo en que no fui parte de la tropa en general, porque por razones que no vienen al caso, meses después pedí pasar a ser parte del montón: guardia día por medio y salir franco cada 48 horas.
Lo había comprado en la cantina del Batallón, esa especie de kiosco-almacén-bar que regenteaba el Gallego Fernández (¿o García?) junto a sus hijos. El mismo que aplicaba precios sin anestesia sobre productos sin cualidad; el que cuando uno se quejaba de la calidad o la cantidad del salame del sándwich recomendaba ir a comprarle “al de enfrente”, a sabiendas de que no había otro que él dentro de la unidad militar de la cual, por lo demás, uno no podía salir.
Así fue que un día le compré el matecito de lata que fue mi compañero de descansos y noches alertas. Sin pensarlo fue mi confidente en un breve interregno de mi vida indeseado pero aceptado. Junto con él había comprado una mínima bombilla de hojalata, de esas con un cilindro con ranuras que sirve de filtro y que va sujeto con un tornillo tanque en el extremo inferior. No recuerdo qué destino tuvo, pero es muy posible que haya sido abducida por manos ajenas.
Mi “búnker” no era más que un rincón del galpón que oficiaba de cochera de los vehículos de la Compañía B, delimitado a la vez por dos muebles batallados por los años y las angustias de reclutas precedentes, donde podía encontrar tres o cuatro ejemplares de Dartagnan, Nipppur de Lagash y algún otro título semejante. Un paraíso para cualquier colimba, excepto cuando algún suboficial lo visitaba con intenciones de no ser encontrado o de que se le ceben buenos mates.
La yerba era todo un tema. El Gallego vendía alguna marca conocida de la época –posiblemente Taragüí- inalcanzable por el precio, y otra de esas para el olvido pero más accesible para el ralo bolsillo del conscripto. Lo cierto es que el paquete se vaciaba más por “prestarlo” que por cebarlo y por lo general era algún cabo o cabo 1º quien frecuentaba el parque automotor en busca de la infusión. Alguna vez, en una fría madrugada de guardia, el mate que debía cebarle al Cabo de Cuarto era ya impresentable y ante la realidad de que no había yerba para cambiarla, su respuesta fue: “Ese es problema suyo, soldado. Haga que el mate tenga espuma”. Me fui afuera y regresé con un mate rebosante de burbujas; había conseguido generar bastante saliva en mi boca para remendar la infusión.
De esas cosas y muchas otras fue testigo directo mi mate de la Patria, jarrito picado de viruela. Fe valiente aquella noche en que todo se iluminó con luces de bengala, tableteaban los fales y las 9 mm del otro lado de la pared y las ratas corrían por los tirantes donde se despertaban y revoloteaban los murciélagos. Él y yo con un cuchillo desafilado como único arma. Rato después supimos que se trataba de un simulacro de copamiento del cuartel, pero el susto no nos lo sacaba nadie.
Con tantas historias como esa, ¿cómo dejar al recluta matero clase 1960, olvidado entre camiones, jeeps y baterías viejas? Conmigo salió por última vez una tarde por Puesto 1. Pasó a reserva, como yo. No recuerdo si volví a cebarlo alguna otra vez; no sería mala idea hacerlo: tengo algunos recuerdos de aquel año ’79 para compartir con él.
sábado, 13 de julio de 2019
La red social
domingo, 31 de marzo de 2019
Mateando en el bar
lunes, 15 de octubre de 2018
Una luz en el camino (y en el mate)
jueves, 27 de septiembre de 2018
Poro, porongo y galleta
Mates poros. |
Mate porongo. |
Mate galleta. |
jueves, 30 de agosto de 2018
Mate cosido
Si gotea por ahí, ponele La Gotita. |