lunes, 15 de octubre de 2018
Una luz en el camino (y en el mate)
Todo empezó hace unos años. Volvíamos de noche desde la costa -no solemos viajar de noche- y me pareció bueno tomar unos mates para estar más despejado. A mi acompañante-esposa-cebadora le costó bastante cebar sin quemarse, en las tinieblas de la ruta. Empecé entonces a buscar soluciones siempre a partir de leds. El tamaño y el peso mínimo eran la premisa. Creo que lo más simple que conseguí es esto. Habrá que patentarlo.
jueves, 27 de septiembre de 2018
Poro, porongo y galleta
Mates poros. |
Llama la
atención que la arqueología localice en Cayastá
(la primitiva Santa Fe) los utensilios más antiguos que se conservan usados
para tomar mate. Sin embargo, la crónica histórica relata que Juan de Garay llega a fundar esa ciudad
el 15 de noviembre de 1573 trayendo desde Asunción un numeroso contingente de
indios guaraníes evangelizados. Claramente, con las personas llegaron los usos
y las costumbres que los jesuitas no habían podido quitarles.
Mate porongo. |
Las plantas en cuestión, las lagenarias en sus muchas variedades,
difieren en el tamaño y la forma de sus frutos. Los hay grandes y chicos, los hay con
una estrangulación y los que presentan una forma más redondeada. Por la
influencia inca, los pueblos del noroeste argentino distinguían varios tipos de
mati o mate. Los pequeños y de forma redondeada o parecida a una pera eran
los puru. A los más grandes, con una
estrangulación natural, les decían purungu.
Esos términos penetraron en la sociedad guaraní, en la de las misiones
jesuíticas guaraníes, y a través de ello a la sociedad colonial rioplatense,
razón por la cual nuestros recipientes de calabaza son mates, poros y porongos.
Mate galleta. |
Con el paso del tiempo la
calabaza fue reemplazada por vasijas de arcilla cocida. En las excavaciones realizadas
en Cayastá se encontraron restos de
bernegales de arcilla decorados. Estos utensilios pueden ser considerados los
más antiguos antecesores conocidos de los mates que utilizamos hoy.
Un francés en Paraguaria
Naturalista y botánico, Augustin François César Prouvençal Saint Hilaire nació
en Orleans, Francia, en 1779. Entre 1816 y 1822 realizó su primer
viaje a Sudamérica, tierra que lo embriagó y lo vio desembarcar nuevamente en
1830. El sur y el centro del actual Brasil fue el área que más exploró y volcó
sus conclusiones y descubrimientos en varios libros y escritos que siguen
siendo consulta obligada para los científicos de la materia.
Se encaminó hacia el sur de Brasil
y recorrió desde Rio de Janeiro a São Paulo y Porto Alegre. Ingresó
en la Banda Oriental
y llegar a Montevideo. Desde allí hacia el norte bordeó el río Uruguay rumbo al
territorio de las antiguas misiones jesuíticas del Paraguay.
Sólo en su expedición inicial recorrió unos
Así, entonces, “ilex paraguariensis A.St.-Hil”, se
conoce a la yerba mate desde 1822 y ninguna otra variedad de la familia ilex puede ser considerada “yerba mate”. Don Augustin murió en su ciudad natal en septiembre de 1853 sin saber
que el objeto de su estudio por estas tierras sería uno de los objetos más
preciados para los amantes del mate.
Casi simultáneamente al trabajo
de Saint Hilaire, su compatriota Nicolas Charles Seringe describía y
clasificaba en 1825 a
la lagenaria vulgaris, la planta cuyo
fruto seco constituye la calabacita
matera o porongo. Hay quienes dicen
que las casualidades no existen. Visto con ojos de hoy, podría pensarse que los
franceses se perdieron el gran negocio del siglo al no vincular ambos estudios
y presentar la gran novedad para el consumidor: el recipiente y el contenido a
los que sólo les faltaba la bombilla y el agua caliente para convertirse en
nuestro querido mate. Un mercado que por entonces no existía, claro.
jueves, 30 de agosto de 2018
Mate cosido
Muchas veces, además de curar un mate es necesario sanarlo.
Lo que parece un juego de palabras surge porque en muchas ocasiones el mate se
raja y comienza a perder cuando lo llenamos. Pasa a menudo cuando una calabaza
se cae al piso estando llena (puede pasar estando vacía también) y me ha pasado
con un mate de madera al que dejé de usar por mucho tiempo y, al volverlo al
utilizar, le aparece una fisura que deriva en una pérdida.
Descartarlo
como basura da cierta pena, ya que posiblemente se trate de un mate que nos ha
acompañado por mucho tiempo, que fue compañero de viaje, etcétera. Entonces, si
es de paredes gruesas, nos queda el recurso de curarlo en el otro sentido: el
de sanarlo, suturarle la herida, coserlo.
Suturando calabazas
Para eso
vamos a necesitar hilo encerado, que suelen utilizarlo los zapateros
remendones. También puede servir un hilo muy fino, de tapicería, que permita
hacer puntadas ajustadas sin cortarse. Además, claro, una aguja afilada.
El primer
paso va a ser sumergir en un recipiente con agua la calabaza rajada (no lo
probé con mate de madera, pero entiendo que puede servir igual). Para ello, y
para evitar que flote, tendremos que ponerle algunas piedras en su interior. Lo
vamos a dejar allí tres, cuatro días. De este modo lograremos que las paredes
del mate se hinchen y se ablanden.
Con la
aguja filosa y el hijo vamos a empezar a coser, perforando de un lado de la
fisura –por ejemplo, a su derecha- sin atravesar la pared, de manera
tangencial, hasta cruzar la rajadura y hacer salir la aguja por la izquierda. Uno
tras otro iremos haciendo las puntadas comenzando
la costura un poco antes del inicio de la grieta para terminar en el extremo más
cercano a la boca. Puede ser que necesitemos aplicarle vela a la aguja y el
hilo para que se deslicen mejor. Al
terminar, bastará con un pequeño nudo para que el hilo no se afloje.
Lo ideal
sería terminar retobando el recipiente cosido con un cuero, pero esa es otra técnica
un tanto más complicada que la del cosido. Cierta vez reparé una calabaza –la regalada
por Wálter Bengoa, tal como conté en otro texto de este blog-, pero como
ignoraba la técnica de remojar el porongo para hinchar sus paredes y poder
coserlo de manera tangencial, lo hice atravesando de lado a lado sus paredes. Cuando
estuvo listo, sellé los orificios por donde pasé el hilo con cemento de
contacto, y el viejo mate viajero siguió prestando servicios por unos cinco
años más.
Si gotea por ahí, ponele La Gotita. |
No sólo por un golpe o por "desuso" puede perder un mate. A veces puede pasar que compremos una
calabaza nueva y al usarlo descubrimos que gotea por el “pupo”. En ese caso,
hay que vaciarla, dejarla secar y ponerla boca abajo. En el lugar de la pérdida,
ponerle “La gotita” hasta cubrir la zona y dejarlo secar. Muy posiblemente se
haya solucionado.
Un muy buen vendedor de yerbas y
mates, misionero él, me recomendó que al comprar una calabaza le ponga agua hasta la mitad y la
controle durante media hora. Si llegara a perder, dejarla secar y sanarla de esa
manera. Si no, empezar con el curado o a disfrutarla de inmediato si es de las
que no requieren ser curadas.
miércoles, 29 de agosto de 2018
Mate ensillado y cebado
Está claro que disponer el mate para
ser cebado no es una ciencia ni, mucho menos, exacta. Cada quien tiene su
técnica y todas son respetables. Del mismo modo, hay tecnicismos que cambian su
significado según quién los utilice.
He escuchado decir que “ensillar el
mate” significa tirar un poco de la yerba ya lavada y reemplazarla por nueva
para que siga “tirando” el sabor. Sin embargo, a eso otros le llaman "bosteado". Yo me anoto entre aquellos para
quienes ensillar el mate es prepararlo desde cero para comenzar a cebar ya sea
para tomar uno mismo o compartirlo en ronda. ¿Cómo se hace? Esta es mi manera,
que no es la única ni tampoco la mejor. Simplemente es la que más me gusta.
Ensillado
·
En cuanto al
recipiente a usar, prefiero las calabazas de boca ancha. Puede ser también de
madera torneada o la cáscara de un coco pequeño, con la boca hecha en el
extremo donde tiene los tres ojos.
La yerba se moja de un solo lado. |
·
Verter yerba
hasta completar unas tres cuartas partes.
·
Tapar la boca
con la palma de la mano (que, de ser posible, nos habremos lavado previamente…)
e invertirlo agitando suavemente para que el polvillo de la yerba quede arriba
al enderezar el mate.
·
Inclinar
levemente el mate y con un dedo aplastar la yerba contra uno de los costados.
·
Enderezar
despacito el mate y en el hueco volcar un poquito de agua sin llenarlo. Puede
ser tibia o temperatura natural, pero no caliente.
·
Dejarlo dos o
tres minutos para que se absorba.
·
Luego, colocar
en ese hueco la bombilla tomando la precaución de tapar la boquilla con el dedo
pulgar. Asegurarse que llegue al fondo.
·
Cuando el agua
que previamente hemos puesto a calentar haya alcanzado los 80-85 grados,
pasarla a un termo o, como prefiero yo, comenzar a cebar.
·
El cebado se
hace dejando caer lentamente el choro de agua sobre el cuerpo de la bombilla,
de manera que se deslice por ella hasta llegar a la yerba.
·
Ponemos agua
hasta que la espuma corone la parte hueca
de la yerba.
·
Cuando haya
perdido espuma y sabor, sacamos la bombilla y tapando la boquilla con el dedo
la hundimos en la parte de yerba seca para seguir cebando.
El agua
Lo de la temperatura del agua es un tanto azaroso
hasta que cada uno conoce el comportamiento de su pava y su cocina. Y
naturalmente que también tiene que ver el gusto de cada uno: hay quien prefiere
el mate con agua hirviendo (la yerba se lavará mucho antes) y hay quien lo toma
casi tibio.
Mate de calabaza con pava de arriero. |
El termo, aliado en los viajes. |
Pava o termo
El cebado con pava permite dirigir mejor el flujo
de agua. La técnica requiere de una pava “matera”, es decir con pico no muy
grande y con labio chico. Para manejarla, se toma la manija con la palma de la
mano hacia arriba y los tres dedos del medio rodeando el asa. Espulgar y el
meñique son los que dirigen la posición de la pava, inclinándola suavemente
para que el chorro no sea grande y moje toda la yerba de una vez.
Si bien prefiero la pava al termo, está claro que a
menudo -como durante los viajes- recurro a la botella térmica priorizando la practicidad frente al
placer.
29 ago 18
Etiquetas:
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jueves, 23 de agosto de 2018
Cuidado del mate
Tan
importante como el curado es el mantenimiento de la calabaza (o el recipiente
que usemos para tomar mate). Solemos dejar de cebar y olvidar el mate con la
yerba húmeda dentro hasta la próxima vez que, en algún caso, puede ser de algunos
días.
Eso
atenta contra la salubridad del tomador además de la de la calabaza. Los
cuerpos húmedos tienden a favorecer la generación de hongos que darán un sabor
ácido a todos los mates que cebemos en ella en lo sucesivo. La manera de
sacarlo la veremos en otra oportunidad. Ahora nos centraremos en el modo de
evitarlo.
Siempre
es recomendable vaciar el mate luego de finalizado el momento de tomar.
Tratándose de mate amargo, podemos vaciarlo y dejarlo que se seque solo si el
ambiente no es muy húmedo. Esa yerba residual colabora a que la calabacita (o
lo que sea si es de material poroso) siga tomando sabor, se siga “curando”. Al
día siguiente, cuando vayamos a prepararlo nuevamente, bastará con sacarle con
el dedo la yerba seca que haya quedado adherida.
Claro
que si se cebó con mate dulce o con yerba saborizada lo recomendable es
vaciarlo y enjuagarlo antes de guardarlo. El azúcar y algunos yuyos fermentan
con facilidad y arruinarán el recipiente.
Otra
cosa: si se trata de un mate de calabaza, madera o caña no se nos ocurra
lavarlo con detergente o jabón. Éstos le transferirán su sabor y será bastante
desagradable sentírselo al mate.
Etiquetas:
calabaza,
dulce,
saborizada,
yuyo
Curando el mate
Cuando hablamos de curar el mate
estamos dando por sentadas dos cosas: que tenemos un mate nuevo y que es de
cierto tipo de calabaza. El resto, no requieren procedimiento alguno para ser
usados, especialmente si son de madera, caña, guampa, metal, cerámica, vidrio o sintéticos
(plástico o silicona).
Tratándose de calabaza debemos
tener en cuenta que hay una variedad que no trae ningún “residuo” en su
interior. En ese caso, basta con ponerle un poco de agua y dejarlo un rato
hasta verificar que no pierde. Luego, se puede comenzar a usarlo. La otra
variedad es la que tiene en su interior cáscaras adheridas a la pared y hasta
semillas. Eso es lo que hay que quitar, fundamentalmente porque puede resultar
indigesto.
Dado que el mate y su mundo no
constituyen una ciencia exacta, hay muchas maneras de curar un mate. La más
difundida recomienda:
·
enjuagarlo y llenarlo con yerba ya usada (que no
haya sido de mate dulce) por espacio de tres días, renovándolo cada día.
·
En cada recambio de yerba hay que raspar el
interior de la calabaza con una cucharita para ir extrayendo las fibras
residuales.
·
Luego de ese tiempo, si se comprueba que ya no
queda más nada para quitar, enjuagar bien con agua caliente y
·
dejarlo escurrir boca abajo sin tapar del todo
la boca. Por ejemplo, podemos clavar una ramita en la tierra (si no tenemos
patio, en una maceta) y dejar que se escurra por completo. Ya está listo para
empezar a cebar.
·
Según los gustos, se le puede dar un enjuague
final con alguna bebida blanca.
·
Si se lo va a usar para mate dulce, con la
calabaza aún húmeda colocar una o dos cucharaditas de azúcar y una brasa
pequeña, tapar la calabaza y agitarlo de manera que el azúcar se adhiera a las
paredes y al mismo tiempo que queme formando una especie de caramelo.
Hay también quienes como paso
final al curado le pasan leche o manteca para sellar los poros. Sin embargo, de
este modo haremos que el recipiente nunca adquiera el sabor intenso de un buen mate,
dado que la superficie porosa hace que con el tiempo y el uso se impregne cada
vez más del sabor de la yerba.
Así, es común escuchar que el
mate “se cura usándolo”, una manera de señalar que cuanto más uso, mejor sabor
adquiere.
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