No siempre compramos lo que creemos comprar.
Fue el caso de un mate imperial, esos de virola ancha, forrados en cuero, que han puesto de moda los futbolistas rioplatenses que juegan en el extranjero, y que cuestan unos cuantos pesos (me refiero a los mates, no a los jugadores).
El gusto por la calabaza al natural me llevó a quitarle el cuero a uno de ellos y me encontré, oh sorpresa, con que entre el recipiente y su revestimiento había otro recipiente de plástico adherido con espuma de poliuretano ("tergopol").
Podemos aducir que eso cumple la función de darle un aspecto más parejo, esbelto; podemos pensar que contribuye a hacer de nuestro mate un recipiente térmico.
Pero sucede que quienes preferimos la calabaza a cualquier otro material para disfrutar de unos buenos mates buscamos también un producto ciento por ciento natural. Y nadie nos avisa de ese detalle tan ingeniosamente oculto.
No estoy diciendo que todos los mates imperiales sean como el que me tocó a mí, pero sugiero desconfiar de toda pieza cuyo contorno se vea increíblemente "parejo", sin imperfecciones. Algo sospechoso puede estar oculto debajo del revestimiento exterior.